viernes, 15 de octubre de 2010
Figuras que nos hablan más allá del desnudo. El cuerpo es el espacio que soporta, interroga,
sufre y disfruta como único imperio de la vida y de la muerte. Un erotismo en crisis se violenta
por emociones latentes. Encajes y tules arremeten en su última avanzada contra el tóxico que
corroe devolviendo, con el gesto artístico, el perturbado equilibrio. Roto el deseo no son cuerpos,
hilos ni pinturas...
En este camino Soledad complica los estereotipos, sus detalles desbordan, dejando las pistas de una belleza ideal que ha perdido sus galas, así la esencia se vislumbra en la eternidad del instante; los cuerpos en suspenso, más en acto que nunca comienzan a ser la posibilidad de lo imposible.
Interrumpida la continuidad del tiempo, formas ondulantes, bocas ardidas, frases, grafismos y frágiles seres inician el juego entre lo que se muestra, oculta e intuye; lo que parece ser la última expiración que abre paso al... final?. Solo la sombra de lo que ha sido atesorará los recuerdos. Respiramos la inercia entre un clima de afectos y diferentes formas de tristeza en el relato que versa sobre el difícil y nunca agotado motivo de la trascendencia. Sus Ofelias nos interpelan y nos llaman con sutilísimos pulsos a meditar sobre los subjetivo y lo universal, un conjunto en el que todo se pertenece y en definitiva, explorando la esencia, acordaríamos con la premisa anunciada en el decir de Heidegger por la cual el poder de nombrar y ser, se obtiene en la eterna esperanza de "habitar poéticamente sobre la tierra". Elena Sedán
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